El carácter inescrupuloso construido sobre la base de la abundancia o falta de poder ha existido desde que el ser es ser. Caín mató a Abel cegado por la envidia que se apoderó de él; Herodes mató a los niños de Belén al sentirse amenazado por el nacimiento del Cordero que fue inmolado; y Quisqueya perdió a Juancito de los Santos a manos de un desesperado infeliz llamado Luis Féliz.
El verdugo no solo le quitó el hálito a Juancito, sino que también ultimó a su guardaespaldas, Archie de Jesús quien, como Juancito, era padre y esposo laborando en pro del bienestar y el gozo de su familia que hoy se encuentra privada de alegría. También así la familia de Luis Féliz quien se voló los sesos ante los inertes cuerpos de de Jesús y de los Santos.
Cómo decirles “¡Feliz Navidad!” a los hijos y viudas de los ultimados. Cómo hablarles del nacimiento de la esperanza encarnada en el Niño Dios cuando les ha tocado decir un adiós precoz a padres jóvenes, esposos llenos de ilusiones y un líder lleno de vigor y ganas de servir con honor a la Patria Quisqueyana.
Contemplar dicho cuadro circunstancial nos llena a todos de pesar. Pero debemos creer que existe lienzo más allá del bastidor de lo finito; lienzo que le dé sentido a la vida de vida desprendida; lienzo de luz que desplace la sombra de la realidad que vive hoy nuestra sociedad; realidad que exalta las vanas apariencias a expensas de la pureza de la esencia; realidad que llama a lo malo bueno tapando lo feo con dinero del infierno.
Para las familias de los fenecidos la Navidad ha pasado y el vía crucis del Viernes Santo parece habérseles adelantado. Mi oración es que sean fortalecidos a través de la noche oscura de la fe, sabiendo que nuestro Señor Jesucristo fue muerto aquel Santo Viernes, pero resucitó el domingo siguiente, triunfando sobre el pecado y dándole muerte a la muerte. Esa verdad, a mi humilde entender, es la única fuente donde el débil se hace fuerte aun cuando no entiende la triste realidad que tiene de frente.