Bird toy showing center of gravity

Isaac Newton no fue la primera persona en ver un árbol de manzana desprenderse de uno de sus frutos. Sin embargo, su cuestionamiento de por qué el fruto cayó cuando del árbol se desprendió lo llevó a formular lo que hoy conocemos como la Ley de la Gravitación Universal. Tal cual sucede cuando vemos una necesidad o fenómeno habitual con la curiosidad de una mente inquisitiva, arada con conocimiento, proclive al emprendimiento y determinada a resolver los problemas que ocupan el pensamiento. En otras palabras, ver lo que otros no ven en las cosas que toman lugar en la cotidianidad requiere de pasión, criterio, tenacidad y entrenamiento. 

Albert Einstein decía que él no era necesariamente más inteligente que los demás, pero lo que lo diferenciaba de la gran mayoría era su habilidad de ponderar los problemas por periodos de tiempo significativos. Los problemas que Einstein asumió en el campo de la ciencia fueron titánicos en naturaleza. Resolvió unos cuantos logrando formular la teoría especial y general de la relatividad. Cuando murió en el año 1955 estaba trabajando en la teoría de la Gran Unificación.

Pensar sobre problemas de gran trascendencia al punto de resolver algunos de ellos demandan el tiempo de toda una vida. Y no se trata solo de la cantidad de tiempo, sino también de la calidad del mismo. Einstein redimió su tiempo realizando tareas relevantes que se casaban íntimamente con sus talentos. No se distraía a menudo con cuestiones foráneas a su área de experticia. Reconocía que su tiempo en esta tierra era muy limitado y por eso decidió vivir enfocado, dando pasos exactos; tratando de no pisar en falso, sino en dirección de un propósito determinado. Así dejó un legado de carácter extraordinario.

Tú, ¿estás distraído o enfocado? ¿Qué problemas estás ponderando? ¿Son los correctos? ¿Hacen uso de tus talentos? ¿Te estás quedando con ellos hasta resolverlos o los estás soltando antes de tiempo? Si estás desistiendo de ellos a destiempo es quizás porque no estás lo suficientemente motivado u otra cosa más entretenida en el instante, pero no tan importante para el progreso de tu proyecto, te está distrayendo y sacándote del trayecto que lleva al éxito.

Para superar ese escollo en el desarrollo de lo que podría ser un gran logro, piensa en las implicaciones que tendría resolver el problema que ponderas en tu cabeza. Los descubrimientos de Newton y Einstein han posibilitado el lanzamiento de cohetes al espacio y la puesta en órbita de satélites en torno al planeta tierra. Los emprendimientos de Henry Ford, Thomas Edison y John D. Rockefeller masificaron la tenencia de automóviles, posibilitaron la luz eléctrica y mejoraron el refinamiento y la distribución de combustible respectivamente. Cada una de estas cosas incrementaron extraordinariamente la calidad de vida de la gente.

Más recientemente, personas como Steve Jobs, Elon Musk y Mark Zuckerberg han cambiado los hábitos de la humanidad proveyendo productos y servicios que no sabíamos que necesitábamos. Entre otras cosas, estos emprendedores le han entregado al mundo cosas como PayPal, Facebook y el virtualmente indispensable teléfono inteligente.  Nadie estaba demandando esos productos frenéticamente, mas Jobs, Musk y Zuckerberg despertaron una demanda latente al hacer una oferta inteligente. Una oferta hecha y concebida no a la luz de una realidad presente, sino sobre la base de una visión de futuro cuya materialización se acelera en la medida que se hace la oferta. En otras palabras, cuando se trata de innovación, la oferta genera la demanda en vez de la demanda dar origen a la oferta. Por tanto, el profesional que busca innovar no se debe conformar a la realidad o tendencia actual, sino crear lo nuevo y así ser el relevo o el ente de disrupción que desplaza a lo actual a través de la oferta de algo de mayor productividad y/o asequibilidad.

“Pero”, muchos dirán, “cómo voy a ver lo que otros no ven si yo no soy como ninguno de esos titanes”. Mas, esos “titanes” son de carne y hueso como tú y como yo. De hecho, ni Ford ni Edison ni Rockefeller fueron a la universidad. Zuckerberg y Jobs desertaron la universidad. Ahora, eso no quiere decir que si tenemos la oportunidad no debemos ir a la universidad. Todo lo contrario. Las estadísticas revelan una relación positiva entre educación e ingreso. De modo que, en un sistema meritocrático, a mayor educación mayor será el ingreso que devenga un profesional.

Gente como Zuckerberg, Jobs y el mismo Bill Gates desertaron la universidad, no porque despreciaran la educación, sino por el costo de oportunidad que representaba para ellos continuar estudiando a tiempo completo. ¿Qué hubiesen sacrificado? No lanzar y expandir exitosamente compañías que han impactado extraordinariamente nuestras vidas. Si ese es tu costo de oportunidad a la hora de ir a la universidad, entonces quizás tengas una justificación para desertar. Sin embargo, las experiencias de Zuckerberg, Jobs, Gates y otros, son unicornios. Es decir, son raras excepciones a la regla ya que estadísticamente las personas que devengan más ingreso y experimentan mayor progreso son los que se entrenan académicamente dentro de instituciones competitivas en la formación de profesionales relevantes para la economía cambiante y estresante de hoy en día.

Dicho esto, que quede claro lo siguiente. Ni los conocimientos ni los talentos ni los títulos universitarios en sí mismos producen ingresos. Es cuando estos son entretejidos con medios de producción, distribución e intercambio que son remunerados a medida que satisfacen necesidades puntuales.

Considerando esta realidad, el ser humano debe preocuparse tanto por adquirir y desarrollar habilidades y conocimientos como por formar parte de sistemas de producción de bienes y servicios que le permitan monetizar sus activos de manera regular. Esto es de suma importancia pues todos y cada uno de nosotros consumimos bienes y servicios de forma regular. Para que el lado consumista de la ecuación pueda sostenerse, el lado productivo debe ser igual o mayor. Preferiblemente mayor pues es produciendo más de lo que consumimos que podemos acumular riqueza la cual, en turno, podemos invertir para nuestra capacidad de producción expandir y así a nuestra comunidad bendecir con los empleos y valores agregados que se generan como resultado.  

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