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Según una encuesta publicada por la Universidad de California en Los Ángeles, en comparación con los miembros de la generación X y baby boomers, más millennials le asignan grado de suma importancia a la riqueza material. Tanto así que de los millennials encuestados 75% dijeron considerar el status económico como uno de los factores más relevantes de un individuo. Setenta por ciento de los de la generación X expresaron la misma opinión al tiempo que solo 45% de los baby boomers comulgaron con dicha valoración.

En lo que respecta a la importancia de mantenerse al tanto de asuntos políticos, 35% de los millennials encuestados dijeron considerar el particular como algo de importancia. El resultado arrojado por los X fue similar: 39%. En cambio, 5 de cada 10 boomers consideran estar informados sobre el estado de cosas en el ámbito político como algo crítico para el desarrollo saludable de una nación y los individuos que la conforman.

Otra pregunta que le hicieron a los diferentes grupos a través de esta encuesta fue sobre la importancia de tener una filosofía de vida integral. Cuando se le planteó la pregunta a los boomers, 75% de ellos dijeron que tener una cosmovisión sobre la dinámica existencial es de carácter trascendental. Solo 45% de los millennials sostienen la misma opinión.

Finalmente, de todas las preguntas hechas a los diferentes grupos, el porcentaje más alto lo arrojaron los millennials cuando se les cuestionó si estaban a favor de la legalización de la marihuana a lo cual 82% de ellos dijeron que sí.

¿Qué nos revelan estas estadísticas en lo que respecta a los problemas y oportunidades que la sociedad de hoy enfrenta? Para responder a esta pregunta tomaré prestado el criterio que hizo el Lic. Pelegrín Castillo en un sucinto y profundo comentario sobre la obra “La autodestrucción” escrita por el Dr. Manuel Núñez Asencio. En el mismo, Castillo puntualiza que “vivimos tiempos dominados por el ethos de una cultura global materialista y hedonista, relativista e individualista, consumista y banal, basada en “relaciones líquidas”, en los que la meta existencial no es vivir libres desde la responsabilidad, o con sentido de compromiso heroico de los demás, sino cómodos, asistidos, libres de complicaciones, sin ataduras, en evasión constante, “pasándola bien”, de burbuja en burbuja”.

El criterio de Castillo explica el problema con firmeza y certeza. Pero cabe decir que no toda la culpa del problema recae sobre los millennials. Tanto los baby boomers como los X son también responsables de la realidad circunstancial que enfrenta la sociedad actual. Ellos son los que han criado, educado y gobernado a los millennials de tal modo que la mayoría de las personas que comprenden ese grupo sobrestimen la riqueza material, desestimen la importancia de tener una filosofía de vida integral, se enajenen de la política como tal y persigan el placer de manera descomunal.

Entonces, qué debemos hacer para rescatar los valores inmarcesibles que son los motores del desarrollo de una sociedad sostenible. Debemos comenzar por decir la verdad. La verdad que, si la generación destinada a tomar posesión de los poderes que gobiernan la nación no desarrolla una cosmovisión integral y coherente, nuestro futuro no será brillante como nos lo venden. La verdad que si la motivación principal de la experiencia existencial es obtener riqueza material entonces la vida como tal no tendrá valor y todo se desarrollará sobre la base de una simple transacción. La verdad que la indiferencia hacia las cosas de trascendencia redunda en la erosión de la inteligencia y la exacerbación de los problemas que circunnavegan por las venas del planeta, por nuestra tierra llamada Quisqueya, por nuestra generación denominada como la de los millennials.  

“¡Qué fatalista!”, me dirán algunos. Pero no es fatalismo lo que comento. Si de tal carácter fueran mis argumentos entonces consideraría nuestro predicamento actual como uno irremediable. Sin embargo, tenemos en nuestro haber la capacidad de ante las dificultades prevalecer. Mas, es importante, como pensaba el estadístico estadounidense William Edwards Deming, “prepararse para lo peor”. Porque al que se prepara para lo peor siempre le va mejor y al que se duerme en los laureles se lo lleva la corriente.

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