Da Vinci Vitruve Luc Viatour

La innovación emprendedora irrumpe en el mercado con voz propia. Si bien muchas veces no presenta algo radicalmente nuevo, articula conceptos existentes de una manera diferente con nuevas perspectivas e ingredientes que transforman lo bueno en excelente. De esa manera, el emprendimiento se constituye en más que un mero eco del status quo y no se pierde en el ruido que pulula la mente de la gente que vive la vida en modo urgente veinticuatro siete. Así, estableciendo una señal clara que llame la atención de las masas, el emprendedor-innovador desdibuja las distracciones proponiéndole al mercado algo mejor y más costo-eficiente que satisfaga tanto aspiraciones latentes como necesidades inminentes.

El objetivo, sin embargo, no es meramente llamar la atención, sino hacer un llamado a la acción; a una acción o acciones que representen un beneficio preciso para el consumidor y, a su vez, transforme en dinero el valor que comercializa el emprendedor. Por lo tanto, la dinámica de emprender se trata de ser, hacer y tener. Ese trinomio es sinónimo de voz, verbo y dinero; vocación, ejecución y monetización; liderazgo, servicio y capitalismo. Tomando esto en consideración, el emprendedor debe construir su proyecto sobre la base de esos pilares que pueden ser entendidos y resumidos en las siguientes tres frases:

VOZ:

Comunica lo que en tu pecho embargas y entiendes en tu masa encefálica.

VERBO:

Acciona el fuego y el verbo del mensaje comunicado y por el público validado.

DINERO:

Transforma tu verbo en productos monetizables, relevantes y masificables.

Ahora, qué ha de hacer el emprendedor con esta estructura tripartita para desarrollar el proyecto de su vida. Primero, lo primero. Definir su voz. ¿Cómo? Buscando, aprendiendo y anhelando la palabra de verdad, dulce o amarga que enriquece el alma. Entendemos que la voz no se produce en un vacío y, por ende, requiere de una palabra de verdad que le abra espacio para su nacimiento, desarrollo y desenvolvimiento. Esta denominada “palabra de verdad” suele surgir a partir de la educación formal y/o informal; de una crisis personal y/o empresarial; una experiencia inédita o epifanía que causa un despertar de la conciencia y pone en indiscutible evidencia un potencial de excelencia.

La más importante representación de este fenómeno la vemos en la historia de la creación plasmada en el libro de Génesis. Allí la palabra es el medio a través del cual el Creador crea su creación. “La tierra estaba desordenada y vacía, y las tinieblas estaban sobre la faz del abismo y el Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas. Y dijo Dios: Sea la luz; y fue la luz”. En otras palabras, la palabra puso orden en el desorden y propósito en una realidad que parecía carecer de razón de ser. Algo similar sucedió cuando esa misma palabra del Verbo hecho carne llamó a los doce. Le dijo a cada uno: sígueme. Y cada uno dejó lo que estaba haciendo (sobreviviendo, haciéndose eco del patrón de la mayoría) para seguir a La Palabra de Verdad y eventualmente convertirse en portavoces de la misma (encontraron su voz y desarrollaron la capacidad para articularla valientemente). Todos, a excepción de Judas, accionaron su fe, crearon adeptos y por proclamar la verdad fueron brutalmente muertos. Mas, como dijo un misionero que corrió la misma suerte que los apóstoles, “no es insensato el que sacrifica lo que no puede preservar por obtener lo que no puede perder”.

Reconocer y aplicar ese principio equivale, verdaderamente, a un despertar de la conciencia que pone en evidencia un potencial de trascendencia. Especialmente en una sociedad como la actual donde predomina la vanidad y la gente se deja abrumar por los afanes de la cotidianidad a expensas de cultivar aquello que el dinero no puede comprar y la muerte no se puede llevar.  

“Un momento”, dirán algunos, “más arriba nos dijiste que todo esto del emprendimiento, de la voz y del verbo, terminaba en dinero”. Sí, termina en dinero si el que emprende tiene un enfoque en lo perecedero. Pero si el propósito del emprendimiento trasciende lo pasajero, entonces la dinámica no culmina en dinero. El mismo se constituye en un medio y no en un fin en sí mismo; se constituye en parte del camino a medida que nos dirigimos hacia un destino mucho más glorioso y significativo.

Desde esa perspectiva, de hecho, el emprendimiento no es necesariamente ser, hacer y tener, sino ser, obedecer y pertenecer. Pues no hay nada que hagamos y tengamos que nos libre de la muerte y del pecado. Solo la gracia de ser a la imagen y semejanza del que nos creó, obedecer las instrucciones que en su palabra nos dio y pertenecer a su plan de redención que a través de Jesucristo posibilitó, nos salva de aquella condición (pecado) y del aquel aguijón (muerte).

Ahora, volviendo a lo terrenal sin enajenarnos del más allá, para emprender exitosamente indudablemente necesitamos voz y verbo para hacer dinero y de esa manera establecer y expandir nuestros proyectos siendo de bendición a otros a la lo largo del trayecto. Quedando claramente establecido que la voz y el verbo surgen a raíz de la asimilación, expresión y ejecución de la palabra, procuremos validarla y depurarla antes de emprenderla y diseminarla.

Finalmente, de más está decir que en el libre mercado de ideas circunnavegan multitud de palabras, pero no todas son verdad ya que si todas lo fueran la verdad no existiera pues la misma es exclusiva y no toda inclusiva. Es necesario, entonces, que el emprendedor discierna no de acuerdo a lo que quiere escuchar porque si persigue la palabra que simplemente endulza los oídos terminará siendo imbuido con mentiras que, a fin de cuentas, comprometen su potencial de grandeza, así como la posibilidad de lograr sus metas con entereza. El emprendedor debe, por tanto, asimilar la palabra que delata su ignorancia y arroja luz en su debilidad a medida que le instruye sobre cómo fortalecerse para eventualmente establecerse en el terreno sostenible y solidariamente. Adicionalmente, según asimila la palabra y define su voz, el emprendedor debe unirse a otras voces diferentes que lo reten y lo complementen en su gesta por innovar y el cuadro social de su comunidad significativamente mejorar. De esa manera podrá ser, pertenecer y devolver que es mucho mejor que simplemente ser, hacer y tener.

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