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No es lo mismo invertir que especular. El inversionista inteligente procede con un objetivo definido, buscando calidad y valor agregado en el largo plazo. El especulador, en cambio, se arriesga buscando tendencias y es, en ocasiones, víctima de las vanas apariencias a expensas de la esencia de invertir ; esencia que es cual sembrar semillas y cosechar frutos, no con una actitud de “ahora me lo disfruto”, sino con la aptitud de respetar el futuro procediendo prudentemente en el presente.
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Se trata tanto de la inversión como del inversionista. Un vestido por muy bonito que sea no le queda bien a quien sea. Asimismo, un instrumento financiero, aunque parezca bueno en sí mismo, no es necesariamente apropiado para todos los inversionistas. Esto se debe a la gran incidencia que tiene el perfil de cada cual en la idoneidad del vehículo financiero y cómo este operaría en función del objetivo principal del portafolio más allá del desempeño individual del instrumento como tal. Por tanto, a la hora de invertir, conócete a ti mismo. Evalúa tu tolerancia al riesgo, así como tu horizonte de tiempo. Esto para que no inviertas en instrumentos que parecen buenos en sí mismos, pero que en realidad no se corresponden con tu perfil personal como inversionista individual.
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La diversificación es importante, pero la sobre-diversificación es como la sal que cuesta más que el chivo. La sobre-diversificación equivale a abarcar mucho. Y, como dice el refrán, “el que mucho abarca, poco aprieta y todo se le suelta”. No debemos, entonces, estirarnos tanto en el radio virtualmente interminable de las oportunidades de modo que comprometamos nuestra habilidad de profundizar y focalizar nuestro propósito principal.
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El tiempo es dinero, pero es vida primero. Son innumerables los casos de personas que emplearon todo su tiempo en hacer dinero y al final se les acabó el tiempo. El dinero quedó, pero la vida se esfumó, desdibujada por lo urgente que desplazó a lo importante . . . y todo por querer ser importante sin darse cuenta que ya lo era.
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El sueño es muy rico, pero si duermes más de lo debido nunca llegarás a rico; rico no solo en lo material, sino, más bien, en lo espiritual, familiar e intelectual.
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Toma riesgos; persigue lo incierto sin descuidar lo que es cierto.
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No descuides tu capacidad de producción a largo plazo por una mayor producción en el corto plazo.
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Toda recesión está seguida por una recuperación, así como la noche está seguida por el día . . . . y las estrellas brillan de noche. Por lo tanto, toma decisiones en función de los patrones y no de los eventos que conforman los patrones.
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Las buenas inversiones son como pelotas que cuando caen rebotan y no como huevos que cuando caen explotan. Es por eso es que el inversionista inteligente no piensa con la cabeza caliente y vende una vez el precio de su inversión desciende.
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Es menester invertir por etapas y no servir toda el agua que tenemos en la tinaja en la primera jarra. A veces el inversionista tiene cierta cantidad de dinero para invertir y lo quiere verter todo en el mercado de una vez. Eso puede terminar constituyéndose en un gran error porque el mercado fluctúa día tras días y mes tras mes. De modo que es recomendable no sumergirse en la inversión, sino saludarla de lejos, después estrecharle la mano y si da la talla, a final de cuentas, abrazarla, besarla, criarla y, si es preciso, en el futuro despacharla.