Jonathan DOleo Puig

La famosa máxima del jurista y filósofo británico Jeremy Bentham establece que “mientras más somos observados  mejor nos comportamos.”  A partir de esta idea nace el concepto de panopticismo ciudadano: escuela de pensamiento que aboga por un monitoreo constante por parte de la población hacia sí misma y hacia los que presiden las instituciones que la gobiernan.

Etimológicamente, la palabra panóptico es un neologismo que proviene del griego “pan” (todo) y “opsis” (vista). En el mundo material, el panóptico es una estructura arquitectónica que permite al observador ver todo el interior de la misma desde un solo punto.  La capacidad panóptica del observador sirve como elemento disuasivo al mal comportamiento del “todo” que opera en el interior de la estructura.

Si bien es cierto que nuestra estructura democrática no goza de esa posibilidad panóptica podemos decir que sí tenemos la capacidad de ver muchas cosas, pero por una razón u otra sectores de la sociedad dominicana tienden a hacerse los chivos locos.

Lamentablemente, en nuestro país la vista de muchos parece estar falta de ejercicios y buenos hábitos alimenticios pues, a decir verdad y sin ánimos de ofender, a leguas se le nota obesa. Antes se hacía la gorda, pero de tanto hacerse ha llegado, en efecto, a serlo con sobrepeso comprobado y diagnosticado por médicos foráneos con la enfermedad que se denomina neologísticamente en estas líneas como fatso-opticismo o vista gorda.

Dicha enfermedad, con su mirada imperceptible, permite el mal comportamiento a diestra y a siniestra; a tiempo y fuera de tiempo. Es, de hecho, la vista gorda que deja que la gorda vista de Dolce&Gabana, Chanel y Prada. Sin preocupación de que le pasen factura, esa gorda vestida de las mejores marcas gasta y despilfarra lo que le venga en gana.

¿Y quién es esa medalaganaria gorda que tenemos a la vista en famosos clubes y portadas de revista?  Ella es nada más y nada menos que la corruptela política; la hija ilegítima del poder. Ella es el vicio, el despotismo y el aberrante clientelismo. Ella es el intelectualismo sin esencia, el concubinato en todos los estratos, la infidelidad y las vanas apariencias. Esa es ella con nombre y apellido: la medalaganaria gorda nacida con el solo propósito de robar, comer, familias romper y al pueblo empobrecer.

Parte significativa del liderazgo político, empresarial, familiar y eclesiástico de la República Dominicana permite que la gorda vista y se comporte de tal forma porque son líderes con vista de ojos, pero sin visión; líderes con eco, carentes de voz; interesados, no comprometidos; que se mueven por instintos y reniegan los principios.

De manera que el panopticismo que hoy demanda el país en aras de un saludable porvenir es un panopticismo del alma en primer orden; un análisis endógeno de carácter introspectivo que lleve al genuino arrepentimiento de cuantos han apostatado a los principios de Dios, de la Patria y de la Libertad en pro de lo unipersonal y sectorial.

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