La familia nuclear es el arquetipo del trabajo en equipo que genera extraordinarios beneficios. Allí vemos el poder de las diferencias (un hombre y una mujer) unificadas sobre la base del pacto matrimonial sellado con compromiso y desarrollado con inefables sacrificios. En otras palabras un equipo de éxito se ocasiona fruto de la unión de cuerpos, talentos y/o estructuras heterogéneas como las clavijas y el tomacorriente que unidos hacen el enchufe; la oferta y la demanda que al interactuar establecen un mercado; la tierra y la semilla que resultan en un árbol; el lienzo y el pincel que ilustran la imaginación de Rembrandt y Monet; el hombre y la mujer cuya unión te procreó a ti lector, la obra cumbre de Dios, nuestro Creador.
Gracias a esa estructura determinística que nos gobierna, el emprendedor no se puede valer por sí solo y forma un equipo conformado de unidades complementarias que responsablemente unificadas posibilitan, rentabilizan y, en el mejor de los casos, inmortalizan su marca distintiva. Lo más interesante es que a partir del desarrollo de una familia se pueden desarrollar nuevas familias cuando uno de los vástagos contrae matrimonio con una persona del sexo opuesto que pertenece a otra familia. La nueva familia, naturalmente, heredará características de las familias del hombre y de la mujer que la ocasionaron. Esto puede ser una buena noticia si el hombre y la mujer provienen de familias saludables en términos generales, pero se constituye en un escollo cuando existen precedentes no deseados como divorcio, infidelidad, avaricia, envidia, inseguridad, alcoholismo, adicción, violencia, holgazanería, etcétera, etcétera.
La buena noticia es que los aspectos positivos pueden ser mejorados y los negativos pueden ser revertidos. Por eso es preciso que a la hora de conformar un nuevo equipo o familia reconozcamos y estudiemos los precedentes para poder intencionalmente fomentar el desarrollo saludable de todos y cada uno de sus miembros. Si procedemos en automático es muy probable que cometamos los mismos errores de nuestros antepasados y aunque deseemos un mejor resultado no lo obtendremos si hacemos lo mismo de modo reiterado.
Siendo la conformación de un equipo empresarial similar al de la formación de un núcleo familiar, el líder empresarial debe tomar las medidas de lugar para darle continuidad a lo bueno, descartar lo malo y dar a luz a algo nuevo de carácter inédito, benévolo y extraordinario. Para llevar a cabo tamaña gesta el líder debe:
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Establecer la razón de ser, principios y valores que la compañía debe honrar perpetuamente.
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Buscar la complementariedad tanto en la selección de recursos humanos como en la asignación de las tareas que estos desarrollan. En esa dinámica se deben considerar no solo las aptitudes del candidato, sino también su inteligencia emocional y habilidad de sacrificar lo individual por lo colectivo.
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Autoevaluarse, evaluar y dejarse evaluar periódicamente tanto por sus pares como por sus súbditos y superiores con el fin de mejorar el desempeño total y cerciorarse de que todos los miembros del equipo a nivel individual están asumiendo sus responsabilidades satisfactoriamente.
En síntesis, si trabajo, como establece la física, equivale a fuerza por distancia, trabajo en equipo es liderazgo por fuerza por personas por distancia. Al establecer esta fórmula cabe señalar que el liderazgo es el coeficiente principal en la ecuación de trabajo colectivo. De estar ausente ese coeficiente las fuerzas empleadas por los miembros de la organización irán en direcciones contraproducentes. Unos halarán y otros empujarán a la misma vez cancelando así los esfuerzos y talentos de todos. Es preciso entonces que el poder individual se supedite a la autoridad del líder en una especie de pacto empresarial que impida la guerra de todos contra todos y viabilice la cooperación sinérgica de los diferentes instrumentos y talentos presentes en el emprendimiento.