El que hace lo malo busca lo bueno. El adultero busca placer, el ladrón dinero y el megalómano poder. El poder, el placer y el dinero son cosas buenas en sí mismas, mas los medios utilizados para su obtención y puesta en ejecución puede que contaminen su naturaleza benévola. Está a discreción del individuo hacer lo correcto correctamente o hacer lo correcto incorrectamente.
Lo correcto obtenido incorrectamente destruye ultimadamente, más temprano que tarde en muchos casos, a quien inicialmente beneficia. El ladrón para en la cárcel, el adultero infectado con enfermedad venérea y el megalómano ajusticiado. ¿Por qué entonces tantos sucumben ante la tentación de seguir malos caminos para llegar a buenos destinos? Simplemente porque parece más facil tomar atajos en el mundo bajo que escalar peldaños paso a paso haciendo bien y no haciendo daño.
Vemos en películas, en famosos clubes y portadas de revista a aquellos que han tomado atajos en el mundo bajo y aun así son celebrados. Pero esas imágenes captadas con el parpadear de una cámara fotográfica o el rodaje de un vídeo-film no recogen la esencia del ser humano la cual se encuentra encapsulada en su alma, mente y corazón. De manera que lo celebrado por el lente de los medios populares no debe ser el primordial referente para elegir los caminos a seguir para triunfar material, espiritual y relacionalmente. Esto es si queremos captar la plenitud de nuestra experiencia existencial en el breve tiempo y espacio que ocupamos durante nuestra vida natural.
Es lo revelado por las placas radiográficas del alma que nos da un cuadro verídico e instrumental para la sabia toma de decisiones conducentes al éxito multidimensional y sostenido. Dicha radiografía pone en evidencia nuestra naturaleza instintiva de ser, hacer y tener. Pero, sobretodo, pone al descubierto un vacío en el mismísimo centro de nuestro ser que tiene la forma de Dios y, por ende, solo Dios lo puede llenar aunque nos pasemos toda una vida tratando de obviar esa ineludible realidad.
La popularidad es el indicador de mayor relevancia en el mundo secular. Sin embargo, no es verdadera popularidad la que se logra como resultado de hacerse eco de lo que ya es popular. La verdadera popularidad es la que se logra con liderazgo haciendo lo correcto correctamente. En mi libro Tomando Posesión la describo como aquella que uno logro como resultado de pagar el precio en lo privado y presentarse en los espacios públicos sin tapujos atreviéndose a ser uno mismo independientemente de lo que los demás piensen.
Así como un músico necesita una partitura para ejecutar correctamente las notas musicales, el ser humano debe regirse por un código de valores y verdades que focalicen y modulen su naturaleza instintiva. Por sí solos los instintos son peligrosos ya que los impulsos de ser, hacer y tener pueden facilmente desviarse en impulsos de mentir, de robar y de matar. Supeditada a principios de responsabilidad, ética y moralidad, nuestra naturaleza instintiva opera en función de nuestro mejor interés aunque en el corto plazo el lente fotográfico indique lo contrario.
A final de cuentas, cuando todo está dicho y hecho, cuesta más hacer lo correcto incorrectamente que hacerlo correctamente así como cuesta más la ignorancia que la educación, y la mediocridad que la excelencia. El buen carpintero mide dos veces y corta una sola vez. El mediocre mide una sola vez al ojo-por-ciento y entre corte y corte sus esfuerzos se los lleva el viento por falta de estructura y cultura de disciplina procesal.
Llevemos, entonces, una vida de procesos correctos haciendo el bien en busca de lo bueno y no justificando medios deshonestos con fines aparentememte benévolos. Optemos por la integralidad de los fines, los medios, el "yo" interno y el Padre nuestro que está en los cielos. Este último tomando precedencia jerárquica sobre todo lo demás.