La Navidad. Tiempo de dar y recibir. Las tiendas mercadean sus ofertas y el consumidor considera las posibilidades de su cartera. Hace una lista de regalos para familiares, amigos y compañeros de trabajo. En su presupuesto no se le puede olvidar la Navidad del cartero que se presenta una vez al año para reclamar su regalo.

Consideramos, planificamos y después embestimos los comercios como chivos sin ley. Echamos mano de las gangas y vamos más allá de nuestro supuesto prepuesto con la poderosa tarjeta de crédito comprando cosas que no necesitamos con el dinero que no tenemos. Guiados por el impulso, consumidores comprometen su futuro derrochando sus recursos en hedonismos que no dan fruto.

Ahora, no tenemos por qué vivir a la merced de esa sinrazón impulsiva. Más bien debemos desarrollar una cultura directiva en lo que tiene que ver con nuestras finanzas y la vida en general. Poniéndole nombre y apellido a cada peso que llevamos en el bolsillo no responderemos desenfrenadamente a gangas que antes nos hacían la boca agua.

Si un peso se llama “ahorro” su destino es la cuenta de ahorros y no los últimos zapatos rojos. Un peso sin nombre es cual tierra baldía susceptible a invasores detractores. Cerciórese, entonces, de empalizar sus recursos con alambres de púas o mallas ciclónicas a prueba del ciclón comercial navideño que intenta de su bolsillo hacerse dueño.

En las Navidades regale lo que tiene y reciba paz. Manténgase al margen de la ansiedad que viene con la ambición de impresionar con regalos cuantitativos. Enfóquese en regalar tiempo y cuidado cualitativo a sus seres queridos; haga el esfuerzo de tenderle la mano al vecino conocido así como al transeúnte desconocido y todo lo demás os será añadido.

Considere, sobre todo, la esencia de la única Deidad que constituye la razón de ser de la Navidad; la esencia del Niño Dios, Jesucristo nuestro Señor y Salvador. Él fue quien dijo en una ocasión que no podemos servir a Dios y al dinero. Esto quiere decir, simplemente, que el dinero es un buen siervo, pero un pésimo patrón. Mas cuando servimos a Dios servimos nuestro mejor interés tanto individual como colectivo.

Interpelado por los fariseos sobre si era menester pagar impuestos al César, Jesús mostrando una moneda preguntó a la multitud de quién era la imagen impresa en ella. “De César”, respondieron todos al unísono. Ante esto Jesús articuló la famosa respuesta “entonces dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios".

La imagen del César estaba acuñada sobre la moneda haciéndolo titular de tributos pecuniarios de parte de todos lo que habitaban en el Imperio Romano.

¿Pero qué de Dios? ¿Dónde está acuñada la imagen de Dios? La respuesta es evidente: en nosotros. Habiendo sido nosotros creados a la imagen y semejanza de Dios, le pertenecemos enteramente a Él.

Entonces así como les insto a ponerle nombre a cada peso que lleva en su bolsillo, lo invito en esta temporada a considerar la imagen que lleva en su alma, mente, cuerpo y corazón. Considerando que su vida tiene la marca de Dios su propósito es rendirle tributo a Él y Él nos manda a servir a nuestros semejantes de todo corazón. Acatemos dicho mandato diligentemente siendo dueños de nuestro llamado y no víctimas de un propósito adulterado.

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