Nuestro país tiene una posición geopolítica privilegiada que no ha sido óptimamente aprovechada por los hijos de nuestra patria. Sin embargo, los representantes de tierras foráneas sí han sabido tomar ventaja de nuestra posición utilizando su relación con nuestra nación para avanzar su gestión y no necesariamente para mejorar la condición de la economía local que, a pesar de su gran potencial, está desprovista de capital.
Mas, esa realidad no es culpa de nuestros socios a nivel global. Por el contrario, es el resultado de la dinámica clientelar que predomina aquí en nuestro patrio lar. Operando en esa estructura anti-democrática y anti-meritocrática, gran parte de los actores políticos y empresariales que establecen los acuerdos con nuestros socios globales no buscan primordialmente fomentar el desarrollo nacional. Buscan, primeramente, fortalecer la maquinaria política de naturaleza rentista que los mantiene y galvaniza como protagonistas de una película ridícula donde los pocos que tienen mucho compran a los muchos que tienen poco dándole poco de a muchos y quitándole mucho de a pocos.
Para nosotros poder capitalizar nuestras dotaciones especiales de talento, localización geográfica y recursos naturales tenemos que desarrollar una agenda nacional que busque empoderar al ciudadano promedio con entrenamiento y herramientas para agregarle valor a la riqueza de la nación. Esto, en vez de meramente extraerla y venderla en su estado primario que es lo que hemos estado haciendo desde antes de nuestra fundación en el año de 1844.
Vendemos azúcar para importar caramelo, banano para importar iPhones, cacao para importar electrodomésticos, tabaco y alcohol para comprar la medicina que cura la cirrosis hepática y el cáncer de pulmón. En otras palabras, vendemos lo barato e importamos lo caro con valor agregado. Ahora, eso no fuese problema si por lo menos vendiésemos suficiente producto barato y, a raíz de ello, obtuviésemos suficiente moneda extranjera para comprar todo lo que importamos. Sin embargo, la realidad es, que nuestro nivel de producción está muy por debajo de nuestro nivel de consumo. Entonces, pregunto, ¿cómo llegamos a un nivel de consumo que excede el valor de nuestro producto? Endeudándonos con los europeos, los norteamericanos y ahora con los chinos los cuales, si llegan a influenciar como influencian los gringos, podrían ayudar a instaurar en nuestro país un sistema de capitalismo autoritativo y clientelar dentro del marco de un sistema político de carácter monocromático y, por consiguiente, anti-democrático.